ENTREVISTA: El futuro de Brasil MARINA SILVA Posible candidata a la presidencia por el Partido Verde
"La Amazonia no es un santuario inviolable"
JUAN ARIAS / SOLEDAD GALLEGO-DÍAZ - Brasilia - 13/09/2009
La antigua ministra de Medio Ambiente de Brasil (2003-2008) ha abandonado el Partido de los Trabajadores (PT) porque el presidente Lula da Silva no respaldaba sus "medidas drásticas" contra la deforestación de la Amazonia.
Marina Silva tiene una imagen frágil, que desmiente su biografía. Nacida hace 51 años en una familia pobrísima de seringueros (recolectores de caucho) trabajó desde niña en el campo como criada y fue analfabeta hasta los 15 años. Aprendió a leer en un convento, antes de dedicarse al sindicalismo y de convertirse en estrecha colaboradora del legendario ecologista Chico Mendes. Terminó doctorándose en Historia. Casada, tiene cuatro hijos (de 21 a 10 años). Silva ha pasado por una larga trayectoria política en el Partido de los Trabajadores (PT) sin perder fuerza en la defensa de sus ideas y sin que nadie la haya acusado jamás de corrupción. Su desembarco hace un mes en el Partido Verde, desde donde probablemente aspirará a la presidencia del país, ha causado un terremoto político.
En su austero despacho en el Senado, Marina Silva se esfuerza en no lanzar ni el menor ataque contra Lula. Incluso responde con bromas a la acusación del presidente de que la campaña de Silva será "samba de una sola nota". "Está siendo generoso porque me brinda uno de los lemas de su propia campaña, que era, ese sí, de una sola nota: "Lula-la", se ríe. Sin embargo, la senadora tiene buen cuidado de referirse siempre al progreso de Brasil como "un proceso de los últimos 16 años", es decir, que se inicia con Fernando Henrique Cardoso y no con Lula.
Pregunta. ¿Qué ha cambiado en Brasil desde que llegó Lula?
Respuesta. Ha habido algunas conquistas importantes. Por ejemplo, relación con el equilibrio fiscal y a la estabilización de la moneda, lo que ha permitido atravesar la actual crisis con alguna tranquilidad. Con la llegada de Lula se produjo un cierto sobresalto, pero yo diría, como dato muy positivo, que la democracia esta ya consolidada y que hemos tenido avances notables en la agenda social. Brasil tenía índices de pobreza inaceptables y en los últimos años se han reducido en un 19%.
P. ¿Por qué se marchó usted del Gobierno Lula?
R. No sentía que tuviera el apoyo necesario para mantener las políticas medioambientales tal como fueron concebidas. Pasó a finales de 2007. En tres años, nuestro plan había conseguido disminuir la deforestación en un 57%, pero al no cumplirse otras directrices, en la Amazonia volvió el riesgo de que se volviera a reanudar la destrucción de la selva. Tomamos medidas drásticas, como prohibir el crédito a empresas ilegales, llevar a la cárcel no sólo al que destruía la selva, sino también al que plantaba, producía y exportaba. Se creó una gran tensión y tanto yo, como mi equipo, vimos que el Gobierno estaba dispuesto a derogar esas medidas.
P. Hay un gran debate sobre hasta dónde puede desarrollarse la Amazonia.
R. El término socio-ambientalismo, que significa integrar la protección de la selva con el desafío de promover la inclusión social, fue acuñado en la Amazonia a partir de la lucha de Chico Mendes. Para nosotros, los de la Amazonia, esa visión de la defensa del medio ambiente nunca fue interpretada en términos de conservar esa tierra como un santuario inviolable. Desde los inicios, todo el esfuerzo versó sobre cómo integrar medio ambiente y desarrollo económico en una misma ecuación, sabiendo que no es posible repetir con la Amazonia los errores que ya se hicieron con la Mata Atlántica (de la que queda sólo un 5%) o del Cerrado, (la meseta brasileña, cuya destrucción ha llegado ya al 50%). La Amazonia ha sido destruida en un 17%.
P. ¿Culpa a Lula del fallo de la política ambiental?
R. No se trata de personalizar. El problema de asumir la economía sostenible como estrategia es algo complicado que no existe todavía en ningún lugar del mundo y que ningún partido asume completamente. Lo que el Partido Verde y yo estamos haciendo es innovador y no podemos satanizar a los demás por no haberlo hecho aún. Lo que hay que criticar es que se siga perdiendo tiempo cuando ya es posible hacer que Brasil dé ese paso, porque reúne las mejores condiciones para ello.
P. ¿Mantendría usted la política económica del Gobierno Lula?
R. Los procesos son acumulativos. No existe espacio para procesos nihilistas en relación con lo ya conquistado. Existe un reconocimiento de que en los últimos 16 años Brasil consiguió el equilibrio fiscal y la estabilización de la moneda, junto con la gran innovación que introdujo Lula y que fue la cuestión de la distribución de renta. Todo ello debe ser preservado. Creo que tenemos espacios para mejorar, y que ya no existe el peligro de que se destruya todo lo que se fue construyendo en los últimos 16 años.
P. Tras el descubrimiento de nuevos yacimientos de petróleo y de gas en Brasil, se empieza a hablar de un cierto nacionalismo.
R. Brasil tiene una economía de mercado, abierta. Es legítimo que los países quieran usar sus recursos naturales en beneficio de su pueblo, lo que no significa que nos vayamos a cerrar como una isla. Hoy es imposible pensar en cerrar puertas al capital extranjero. Lo que pasa es que, a veces, algunas empresas extranjeras querrían actuar aquí con una flexibilización de la legislación ambiental que no tienen ni en sus propios países. Eso no puede ser.
P. Uno de los grandes retos de Brasil es la corrupción, que se ha incrustado en todas las instituciones, de forma alarmante.
R. Aún reconociendo que Brasil tiene problemas graves de corrupción no osaría decir que Lula no ha hecho nada a ese respecto. Él puso en marcha sistemas de control y amplió significativamente la capacidad de investigación de la Policía Federal. Cuando fui ministra de Medio Ambiente llevamos a la cárcel a 725 personas. Muchas de ellas eran servidores públicos. Sin la libertad de investigación dada a la policía por el Gobierno eso hubiese sido impensable. Si hoy la corrupción se ve más es porque se investiga más.
P. En una hipotética segunda vuelta en 2011, ¿daría usted sus votos a la candidata de Lula o al candidato socialdemócrata de la oposición?
R. No puedo hablar aun como candidata, pero creo que el debate debe ser sobre ideas y que la ética debe prevalecer. Yo nunca mentiría respecto a la honorabilidad de alguien para ganar unas elecciones. Y desde un punto de vista político, lo que creo es que si me presento será con la aspiración de llegar a esa segunda vuelta. Yo querría hacer algo parecido a lo que hizo el PT hace 20 años, cuando rompió con los partidos tradicionales. Ha llegado otra vez el momento de unir a todas las fuerzas, sociales, políticas, intelectuales del país, para crear una nueva estrategia para Brasil.
FE DE ERRORES:
La ex ministra brasileña de Medio Ambiente Marina Silva no se doctoró en Historia del Arte sino en Historia.
via El PaísLa antigua ministra de Medio Ambiente de Brasil (2003-2008) ha abandonado el Partido de los Trabajadores (PT) porque el presidente Lula da Silva no respaldaba sus "medidas drásticas" contra la deforestación de la Amazonia.
- "Ya no existe el peligro de destruir lo que se construyó en 16 años"
- "Si hoy la corrupción se ve más es porque se investiga más"
- "Yo querría hacer algo parecido a lo que hizo el PT hace 20 años
- "Ha llegado el momento de crear una nueva estrategia para Brasil"
Marina Silva tiene una imagen frágil, que desmiente su biografía. Nacida hace 51 años en una familia pobrísima de seringueros (recolectores de caucho) trabajó desde niña en el campo como criada y fue analfabeta hasta los 15 años. Aprendió a leer en un convento, antes de dedicarse al sindicalismo y de convertirse en estrecha colaboradora del legendario ecologista Chico Mendes. Terminó doctorándose en Historia. Casada, tiene cuatro hijos (de 21 a 10 años). Silva ha pasado por una larga trayectoria política en el Partido de los Trabajadores (PT) sin perder fuerza en la defensa de sus ideas y sin que nadie la haya acusado jamás de corrupción. Su desembarco hace un mes en el Partido Verde, desde donde probablemente aspirará a la presidencia del país, ha causado un terremoto político.
En su austero despacho en el Senado, Marina Silva se esfuerza en no lanzar ni el menor ataque contra Lula. Incluso responde con bromas a la acusación del presidente de que la campaña de Silva será "samba de una sola nota". "Está siendo generoso porque me brinda uno de los lemas de su propia campaña, que era, ese sí, de una sola nota: "Lula-la", se ríe. Sin embargo, la senadora tiene buen cuidado de referirse siempre al progreso de Brasil como "un proceso de los últimos 16 años", es decir, que se inicia con Fernando Henrique Cardoso y no con Lula.
Pregunta. ¿Qué ha cambiado en Brasil desde que llegó Lula?
Respuesta. Ha habido algunas conquistas importantes. Por ejemplo, relación con el equilibrio fiscal y a la estabilización de la moneda, lo que ha permitido atravesar la actual crisis con alguna tranquilidad. Con la llegada de Lula se produjo un cierto sobresalto, pero yo diría, como dato muy positivo, que la democracia esta ya consolidada y que hemos tenido avances notables en la agenda social. Brasil tenía índices de pobreza inaceptables y en los últimos años se han reducido en un 19%.
P. ¿Por qué se marchó usted del Gobierno Lula?
R. No sentía que tuviera el apoyo necesario para mantener las políticas medioambientales tal como fueron concebidas. Pasó a finales de 2007. En tres años, nuestro plan había conseguido disminuir la deforestación en un 57%, pero al no cumplirse otras directrices, en la Amazonia volvió el riesgo de que se volviera a reanudar la destrucción de la selva. Tomamos medidas drásticas, como prohibir el crédito a empresas ilegales, llevar a la cárcel no sólo al que destruía la selva, sino también al que plantaba, producía y exportaba. Se creó una gran tensión y tanto yo, como mi equipo, vimos que el Gobierno estaba dispuesto a derogar esas medidas.
P. Hay un gran debate sobre hasta dónde puede desarrollarse la Amazonia.
R. El término socio-ambientalismo, que significa integrar la protección de la selva con el desafío de promover la inclusión social, fue acuñado en la Amazonia a partir de la lucha de Chico Mendes. Para nosotros, los de la Amazonia, esa visión de la defensa del medio ambiente nunca fue interpretada en términos de conservar esa tierra como un santuario inviolable. Desde los inicios, todo el esfuerzo versó sobre cómo integrar medio ambiente y desarrollo económico en una misma ecuación, sabiendo que no es posible repetir con la Amazonia los errores que ya se hicieron con la Mata Atlántica (de la que queda sólo un 5%) o del Cerrado, (la meseta brasileña, cuya destrucción ha llegado ya al 50%). La Amazonia ha sido destruida en un 17%.
P. ¿Culpa a Lula del fallo de la política ambiental?
R. No se trata de personalizar. El problema de asumir la economía sostenible como estrategia es algo complicado que no existe todavía en ningún lugar del mundo y que ningún partido asume completamente. Lo que el Partido Verde y yo estamos haciendo es innovador y no podemos satanizar a los demás por no haberlo hecho aún. Lo que hay que criticar es que se siga perdiendo tiempo cuando ya es posible hacer que Brasil dé ese paso, porque reúne las mejores condiciones para ello.
P. ¿Mantendría usted la política económica del Gobierno Lula?
R. Los procesos son acumulativos. No existe espacio para procesos nihilistas en relación con lo ya conquistado. Existe un reconocimiento de que en los últimos 16 años Brasil consiguió el equilibrio fiscal y la estabilización de la moneda, junto con la gran innovación que introdujo Lula y que fue la cuestión de la distribución de renta. Todo ello debe ser preservado. Creo que tenemos espacios para mejorar, y que ya no existe el peligro de que se destruya todo lo que se fue construyendo en los últimos 16 años.
P. Tras el descubrimiento de nuevos yacimientos de petróleo y de gas en Brasil, se empieza a hablar de un cierto nacionalismo.
R. Brasil tiene una economía de mercado, abierta. Es legítimo que los países quieran usar sus recursos naturales en beneficio de su pueblo, lo que no significa que nos vayamos a cerrar como una isla. Hoy es imposible pensar en cerrar puertas al capital extranjero. Lo que pasa es que, a veces, algunas empresas extranjeras querrían actuar aquí con una flexibilización de la legislación ambiental que no tienen ni en sus propios países. Eso no puede ser.
P. Uno de los grandes retos de Brasil es la corrupción, que se ha incrustado en todas las instituciones, de forma alarmante.
R. Aún reconociendo que Brasil tiene problemas graves de corrupción no osaría decir que Lula no ha hecho nada a ese respecto. Él puso en marcha sistemas de control y amplió significativamente la capacidad de investigación de la Policía Federal. Cuando fui ministra de Medio Ambiente llevamos a la cárcel a 725 personas. Muchas de ellas eran servidores públicos. Sin la libertad de investigación dada a la policía por el Gobierno eso hubiese sido impensable. Si hoy la corrupción se ve más es porque se investiga más.
P. En una hipotética segunda vuelta en 2011, ¿daría usted sus votos a la candidata de Lula o al candidato socialdemócrata de la oposición?
R. No puedo hablar aun como candidata, pero creo que el debate debe ser sobre ideas y que la ética debe prevalecer. Yo nunca mentiría respecto a la honorabilidad de alguien para ganar unas elecciones. Y desde un punto de vista político, lo que creo es que si me presento será con la aspiración de llegar a esa segunda vuelta. Yo querría hacer algo parecido a lo que hizo el PT hace 20 años, cuando rompió con los partidos tradicionales. Ha llegado otra vez el momento de unir a todas las fuerzas, sociales, políticas, intelectuales del país, para crear una nueva estrategia para Brasil.
FE DE ERRORES:
La ex ministra brasileña de Medio Ambiente Marina Silva no se doctoró en Historia del Arte sino en Historia.
El futuro de Brasil
La compañera que desafió a Lula
La ecologista más popular fuerza al presidente a revisar su plan de sucesión
J. ARIAS / S. GALLEGO-DÍAZ - Brasilia - 13/09/2009
El anuncio de Marina Silva de que abandonaba el Partido de los Trabajadores (PT), en el que peleó durante 30 años, codo a codo con Lula, ha caído como un verdadero mazazo en la política brasileña. Silva llevaba un año y medio en silencio, desde que dimitió como ministra de Medio Ambiente, convencida de que sus audaces políticas sobre desarrollo sostenible en la Amazonia eran boicoteadas por otros miembros del Gobierno, especialmente por la poderosa Rousseff, Ministra de la Casa Civil (una especie de primera ministra en la sombra).
El terremoto se debe no tanto a las expectativas reales de Silva como al hecho de que desbarata los proyectos de Lula e introduce un fuerte elemento de incertidumbre. La pelea presidencial no será ya un duelo entre Rousseff, de 62 años, y el gobernador de São Paulo, José Serra, de 67, líder del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), como estaba previsto, sino una batalla mucho más abierta. Tal vez se animen a participar otros candidatos que disputen en primera vuelta el voto de izquierda del PT.
Lula ha parecido ignorar hasta ahora la escasa popularidad de Rousseff, famosa por su fuerte carácter y su mano de hierro, pero poco valorada en las encuestas, convencido, quizás, de que su enorme prestigio y su amplio crédito político serían más que suficientes para inclinar, en su momento, la balanza electoral a favor de su elegida. Aunque la proclamación de candidatos todavía no es efectiva, y el PT prefiera repensarse las cosas, nadie confía en que Lula dé su brazo a torcer y deje caer la candidatura de Roussef.
La personalidad de Silva, de 51 años, negra, de orígenes humildísimos como Lula, y con un fuerte sentido ético de la política, le pone, sin embargo, las cosas mucho más difíciles. Su llegada al ruedo electoral, con connotaciones que hacen recordar la candidatura de Barack Obama, en Estados Unidos, puede desviar la atención de muchos jóvenes, interesados en sus ideas medioambientales. Silva, heredera del mítico ecologista Chico Mendes, asesinado en 1988 por terratenientes de la Amazonia, es, además, una persona dotada de simpatía personal y un carácter dialogante, que obligará a colocar sobre el tapete electoral la delicada cuestión del desarrollo sostenible de la Amazonia.
Lula no puede concurrir a un tercer mandato presidencial según la Constitución brasileña, y aunque cuenta con una aceptación superior al 80%, se ha negado a promover ningún cambio legislativo en ese sentido. El presidente ha desarrollado una política pragmática no sólo en el campo de la economía, sino también de las alianzas políticas, hasta el extremo de obligar recientemente al PT a apoyar la continuidad de José Sarney, líder del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB) como presidente del Senado, pese a las múltiples acusaciones de corrupción que pesan sobre él. El PMDB puede resultar básico para apuntalar a Rousseff en una eventual segunda vuelta presidencial.
Si al final es la economía la que acaba decidiendo muchas elecciones, Lula tiene aún una importante baza en sus manos. Brasil acaba de salir de la recesión, con una subida de 1,9% del PIB en el último trimestre. Las previsiones de crecimiento para 2010 son del 5%. Ése es el mejor sueño del ex sindicalista que se convirtió en uno de los dirigentes más populares del mundo: dejar el mando con el país creciendo. Lula había profetizado que la crisis en Brasil iba a ser sólo una marejadilla. Entonces nadie le creyó.
FE DE ERRORES
Dilma Rousseff no es jefa de Gabinete del Gobierno de Brasil, tal como se afirmaba en un artículo publicado el domingo, sino ministra de la Casa Civil.
Lula da Silva, acompañado de la ministra de la Casa Civil, Dilma Rousseff, en un acto en junio de 2005
Los cuidadosos planes del presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, para organizar su sucesión en octubre del año próximo, han saltado por los aires después de conseguir que Dilma Rousseff, la mujer elegida, logre una victoria aplastante en la primera vuelta. Nada de plantear las elecciones como un plebiscito sobre su propio mandato. Toda la estrategia deberá ser revisada por culpa de otra mujer: la ecologista y ex ministra de Medio Ambiente, Marina Silva, que se ha pasado al Partido Verde y que será también, casi con toda seguridad, candidata presidencial.
El terremoto se debe no tanto a las expectativas reales de Silva como al hecho de que desbarata los proyectos de Lula e introduce un fuerte elemento de incertidumbre. La pelea presidencial no será ya un duelo entre Rousseff, de 62 años, y el gobernador de São Paulo, José Serra, de 67, líder del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), como estaba previsto, sino una batalla mucho más abierta. Tal vez se animen a participar otros candidatos que disputen en primera vuelta el voto de izquierda del PT.
Lula ha parecido ignorar hasta ahora la escasa popularidad de Rousseff, famosa por su fuerte carácter y su mano de hierro, pero poco valorada en las encuestas, convencido, quizás, de que su enorme prestigio y su amplio crédito político serían más que suficientes para inclinar, en su momento, la balanza electoral a favor de su elegida. Aunque la proclamación de candidatos todavía no es efectiva, y el PT prefiera repensarse las cosas, nadie confía en que Lula dé su brazo a torcer y deje caer la candidatura de Roussef.
La personalidad de Silva, de 51 años, negra, de orígenes humildísimos como Lula, y con un fuerte sentido ético de la política, le pone, sin embargo, las cosas mucho más difíciles. Su llegada al ruedo electoral, con connotaciones que hacen recordar la candidatura de Barack Obama, en Estados Unidos, puede desviar la atención de muchos jóvenes, interesados en sus ideas medioambientales. Silva, heredera del mítico ecologista Chico Mendes, asesinado en 1988 por terratenientes de la Amazonia, es, además, una persona dotada de simpatía personal y un carácter dialogante, que obligará a colocar sobre el tapete electoral la delicada cuestión del desarrollo sostenible de la Amazonia.
Lula no puede concurrir a un tercer mandato presidencial según la Constitución brasileña, y aunque cuenta con una aceptación superior al 80%, se ha negado a promover ningún cambio legislativo en ese sentido. El presidente ha desarrollado una política pragmática no sólo en el campo de la economía, sino también de las alianzas políticas, hasta el extremo de obligar recientemente al PT a apoyar la continuidad de José Sarney, líder del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB) como presidente del Senado, pese a las múltiples acusaciones de corrupción que pesan sobre él. El PMDB puede resultar básico para apuntalar a Rousseff en una eventual segunda vuelta presidencial.
Si al final es la economía la que acaba decidiendo muchas elecciones, Lula tiene aún una importante baza en sus manos. Brasil acaba de salir de la recesión, con una subida de 1,9% del PIB en el último trimestre. Las previsiones de crecimiento para 2010 son del 5%. Ése es el mejor sueño del ex sindicalista que se convirtió en uno de los dirigentes más populares del mundo: dejar el mando con el país creciendo. Lula había profetizado que la crisis en Brasil iba a ser sólo una marejadilla. Entonces nadie le creyó.
FE DE ERRORES
Dilma Rousseff no es jefa de Gabinete del Gobierno de Brasil, tal como se afirmaba en un artículo publicado el domingo, sino ministra de la Casa Civil.
via El País
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